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  Haití: La lucha por el aumento del salario mínimo
 

Haití: La lucha por el aumento del salario mínimo

A pesar de la fuerte movilización obrera y popular, el congreso haitiano derogó el reajuste que había otorgado del salario mínimo para 200 gourdes diarios (equivalente a 4,76 dólares).  Pero la medida reavivó las protestas en el país e hizo que los trabajadores entrasen en enfrentamiento directo con el gobierno de René Préval.

Por dos semanas, obreros de la industria textil y estudiantes realizaron una impresionante jornada de luchas por el reajuste salarial. Los trabajadores habían recibido un amplio apoyo de los universitarios del país. Juntos, marcharon y enfrentaron una enorme represión de la Minustah (misión militar de la ONU dirigida por el Ejército Brasileño) y de la Policía Nacional de Haiti (PNH).

Desgraciadamente, hay un verdadero boicot de los medios sobre lo que está se pasando en Haití. Una medida consciente que busca proteger la política del gobierno de Lula y de otros gobiernos latinoamericanos de mantener soldados en la ocupación militar del país. De esa forma, trabajadores y jóvenes son muertos sólo porque luchan por un aumento del salario mínimo más bajo del continente.


La explosión de las protestas

Las manifestaciones explotaron el 3 de agosto en el parque industrial de la región metropolitana de Puerto Príncipe, capital del país. Los días posteriores, la adhesión fue aumentando cada vez más. Todas las fábricas textiles de la región fueron paralizadas y los manifestantes marcharon en dirección al Congreso (ver reportaje).

Cada día, la protesta se fortalecía. El 10, los obreros se movilizaron nuevamente en el parque industrial y fueron  atacados por la PNH y la Minustah. Ese día, fueron detenidos obreros y estudiantes que estaban apoyando la movilización.

Las detenciones indignaron todavía más los trabajadores. Al día siguiente, se realizó una nueva movilización para exigir la liberación inmediata de los detenidos. Sin embargo, la protesta fue nuevamente reprimida y, al llegar a la base de la PNH, los manifestantes fueron recibido a balazos por la policía y la Minustah, y se produjeron nuevas detenciones.


A favor de los patrones

En mayo de este año, los diputados votaron un reajuste que elevaba el salario mínimo de 70 gourdes (1,66 dólar) a 200 gourdes. Desde entonces, los trabajadores y sus aliados salieron a las calles a exigir la publicación de la ley en el diario oficial y su cumplimiento efectivo.

Durante una protesta por el reajuste, realizada los días 10 y 11 de junio, estudiantes y trabajadores sufrieron una salvaje represión por parte de las tropas de la ONU y de la policía. Los soldados invadieron la Universidad estatal y asesinaron dos estudiantes.

A pesar de la movilización, el presidente vetó el salario mínimo de 200 gourdes. Sin ninguna vergüenza, los diputados cedieron y, el  4 de agosto, derogaron el reajuste que ellos mismos habían aprobado en mayo. Como si no bastase, los diputados redujeron el aumento y aprobaron un salario mínimo de 150 gourdes (3,57 dólares) díarios. Préval utilizó su poder de "persuasión económica" para "convencer" a los diputados. Hay numerosas denuncias de compra de votos y corrupción para derogar el anterior salario de 200 gourdes.

Por otro lado, el nuevo valor propuesto por los diputados fue presentado como un "medio término", porque el gobierno se rehusaba a dar un reajuste mayor que los 125 gourdes. Fue un intento fracasado de impedir la confrontación entre gobierno y trabajadores.

"El presidente Préval no hizo más que reproducir textualmente lo que los mayores dueños de la industria textil le habían ordenado: disminuir todavía más un sueldo que ya no permitía para nada a una familia sobrevivir. Y así, en vez de los ya miserables 200 gourdes, propuso 125", evalúa la organización sindical y popular Batay Ouvriye.


"Una multitud con la clase obrera al frente"

Tramos de un reportaje de Batay Ouvriye sobre las dos semanas de protestas

(.) En la mañana siguiente, el día 4 de agosto, a partir de un acuerdo tomado durante la "sacudida" del día anterior, se bloqueó el parque industrial entero. Fuimos, desde allí, a cerrar las demás fábricas que no se encuentran en la zona. En ese día, como en un disparo rápido y fuerte, habían sido bloqueadas todas las fábricas textiles de la capital. En un movimiento de rara potencia, nos dirigimos al parlamento. Los obreros se habían olvidado de la falta de dinero cotidiana; las madres de familia, de la comida de la casa.
 

La manifestación era nada más y nada menos que una masa enorme, compacta y, en este momento, totalmente unida. Las fuerzas represivas, completamente sorprendidas, no hicieron nada. Retrocedían, conversando por walkie-talkie, extremadamente nerviosas. Pasamos por los barrios populares más próximos, aplaudidos con gritos exuberantes, por el mercado principal, abajo en la ribera del mar, donde las vendedoras distribuían gratuitamente agua a los manifestantes. Era entonces una multitud nunca vista, con la clase obrera al frente.
Ese día, la clase obrera mostró (quizás a ella misma) su poderío. Ciertamente, quedarán impresiones que la historia de lucha usará.

Llegaban los periodistas, corriendo. Llegaban personas atónitas, otras aterrorizados y gritaban "¡200 gourdes!". Y, claro, llegó entonces la Minustah, acompañada por las fuerzas especiales de la policía, de los gases lacrimógenos y de los tiros. Los días siguientes, se repitieron los protestas. En el cuarto día, los propios burgueses cerraron las fábricas. Entonces, las fuerzas represivas entraron con más determinación. Nosotros también. La confrontación duró dos semanas, con muchos heridos y presos...

Al final de la segunda semana, el movimiento se agotó. En función del largo tiempo de los protestas, no "había más trabajo". Las madres, sobre todo, hablaban de los hijos hambrientos. La represión aumentaba, asustaba y atemorizaba más en los barrios populares, por la noche. La prensa burguesa criminalizaba el movimiento a todo vapor. Entonces, apelamos a las organizaciones de los barrios más "populares". Para el lunes 17, se planeó, entonces, un último intento, uniendo obreros, estudiantes, trabajadores de todo tipo, junto con las masas populares de los barrios movilizados.  

Sin embargo, a las cinco de la mañana de ese día, se formó un cerco represivo, inclusive con helicóptero, que nunca habíamos visto. Se prohibieron los grupos de tres personas en las calles. Nuestros amigos de los barrios (que sufrieron ataques de la Minustah  en 2005, 2006 y 2007) no llegaron al punto de encuentro. Supimos después de que no pudieron ni salir de sus casas.  Así, la "oposición" del presidente, aunque abiertamente ilegal, fue "votada".


 
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