FRENTE AL CAPITALISMO EN CRISIS SOLO HAY UNA ALTERNATIVA: REVOLUCIÓN SOCIALISTA!
   
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  ¡Fuera el imperialismo de la península coreana!
 
 
¡Fuera el imperialismo de la península coreana!
Ningún apoyo político al dictador Kim Jong-un

 
Escrito por Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional -17/04/13-  www.LITCI.org   
 

Kim Jong-un, el joven dictador de Corea del Norte, amenazó a los Estados Unidos con un Armagedón nuclear, en la primera semana de abril, prometiendo una lluvia de misiles en el continente americano y en las bases militares en Hawái y Guam.  
 
Declaró "estado de guerra" con Corea del Sur, anunció que iría reactivar un reactor para la producción de plutonio, en su parque nuclear de Yongbyon e impidió a gerentes surcoreanos de entrar en el complejo industrial de Kaesong, donde las empresas de Corea del Sur emplean a 53 mil norcoreanos, con salarios bajísimos. Todo eso ocurre después que el régimen realizó un test nuclear, su tercero, el 25 de febrero, y recibió nuevas sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, con el aval de Beijing.
 
Además, las medidas son una respuesta a los ejercicios conjuntos de las Fuerzas Armadas norteamericanas y surcoreanas en la región, con el envío de bombarderos norteamericanos B-2, invisibles al radar, y cazas F-22. Los bombarderos B-2 pueden transportar 16 bombas nucleares de 1.100 Kg cada una.
 
Hace tiempo que el imperialismo viene moviendo fuerzas cada vez mayores hacia la región asiática, incluso en detrimento de otras regiones. En ese marco, la escalada del conflicto llevó a los EE.UU. a mover dos destroyers con misiles teleguiados hacia el Pacífico Occidental -el USS John S. McCain y el USS Decatur-, bajo el pretexto de proporcionar una defensa contra misiles balísticos norcoreanos. Al mismo tiempo, la presidenta surcoreana, Park Chung-hee, declaró que "si Corea del Norte provocara o hiciera cosas contrarias a la paz, tenemos de tener la certeza de que no va a ganar nada con eso y va a pagar el precio pero, si sus promesas fueran mantenidas, el Sur hará lo mismo".
 
Detrás de esas declaraciones de la presidenta, está un fortalecimiento cualitativo de las fuerzas armadas surcoreanas, con armas de última generación, proporcionadas por el gobierno de Obama, como aviones ultramodernos que, aunque no usados por la USAF (United States Air Force), ya están cedidos a Corea del Sur. O sea, Corea del Sur puede, por sí misma, destruir al país vecino.
 
Esta no es la primera vez que ocurren conflictos entre Corea del Norte y los Estados Unidos, secundados por su semicolonia, Corea del Sur. El 25 de mayo del 2009, Corea del Norte realizó su segundo test nuclear. Inmediatamente, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pidió al mundo que se "enfrente con Corea del Norte". El entonces Secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, dijo que: "No nos vamos a quedar parados, mientras Corea del Norte obtiene la capacidad de causar destrucción en cualquier objetivo de Asia o a nosotros".
 
Aparentemente, la “movilización” imperialista, en este período, no surtió efecto. Según el periódico New York Times, “Aunque tres presidentes sucesivos hayan dicho que no irían a tolerar una Corea del Norte nuclear, ellos fueron obligados a tolerarla”.
 
La cuestión nuclear y la hipocresía imperialista
 

Los Estados Unidos fueron el primer país en desarrollar armas nucleares. Realizó más de mil testes nucleares, exponiendo a millones de personas a las radiaciones, y desarrolló muchos sistemas de transporte de largo alcance.
 
Entre 1940 y 1996, los EE.UU. gastaron, por lo menos, US$ 8.5 billones (en moneda corriente) para el desarrollo de armas nucleares. Se estima un arsenal de 5.113 ojivas, en el 2010, en cerca de 20 instalaciones esparcidas por el país.
 
El Tratado de No Proliferación Nuclear, del cual fue creador y signatario original, en 1968, afirma que los Estados Unidos son uno de los cinco estados autorizados a mantener un arsenal nuclear. No por coincidencia, estos cinco países forman parte del Consejo de Seguridad Permanente de la ONU.
 
Estos datos muestran, suficientemente, toda la hipocresía del único país que ya utilizó armas nucleares, con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, en la Segunda Guerra Mundial y que se alza en defensor de la paz mundial, con una política permanente de invasión de naciones consideradas “enemigas de la democracia”.
 
Además, utiliza su poderío para castigar o proteger a las naciones nucleares, en función de sus propios intereses. Así, después que India y Paquistán testearan armas nucleares, en 1998, el presidente Bill Clinton impuso sanciones económicas a ambos. En 1999, sin embargo, las sanciones contra India fueron levantadas pero, contra Paquistán, mantenidas, por existir allí un gobierno hostil.  Sin embargo, la necesidad de utilizar a Paquistán como base para invadir a Afganistán, hizo que el presidente George W. Bush suspendiese las sanciones contra aquel país, en el 2001.
 
Y, al mismo tiempo en que los EE.UU. asumen una política de silencio, en relación a Israel, sabiéndose que este país posee entre 200 a 300 ojivas nucleares, amenaza atacar e impone sanciones a Irán y a Corea del Norte, por el hecho de que esos países no sean sus aliados incondicionales. Así, la política es clara, y no se trata de “fortalecer la democracia” contra la dictadura, como muestran el apoyo permanente de los EE.UU. a Israel, a Arabia Saudita y un largo etc. El problema es que Corea del Norte no es una semicolonia suya y, por eso, quiere forzar a Corea del Norte a rendirse, a través de las sanciones y de un cerco, para lo cual la ONU sirve de fórum, donde todos se suman a la política del imperialismo.
 
La prioridad de China es defender sus propios intereses
 
China es el principal aliado de Corea del Norte, con una política simultánea de suministro de energía y bienes de consumo, y de dominio económico del país. Se estima que China suministra el 90% de la energía y el 80% de los bienes de consumo, a “cambio” del control de la frontera y de la penetración de su burguesía en aquel país, desde que el capitalismo fue restaurado en Corea del Norte, en la década del 90.
 
Debido a tales lazos políticos y económicos, los portavoces del imperialismo, en la prensa mundial, reclaman de China una solución al actual conflicto, exigiendo que vaya más allá del apoyo a las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU y tome medidas efectivas, como el bloqueo de cuentas bancarias de Kim Jong-un (estimadas en cientos de millones de dólares) y el embargo comercial.
 
Pero, China toma en cuenta otros factores. Su influencia sobre Corea del Norte es estratégica, por controlar un estado “tapón” fronterizo a Corea del Sur -una semicolonia de los EE.UU.- en su región nordeste. También considera importante tener relaciones amistosas con un país que domina la tecnología nuclear en su “patio trasero”.
 
Por eso, insiste en resolver el conflicto por medio de la negociación, sin imponer sanciones pesadas a Corea del Norte, pero tampoco dejando de cooperar con la política imperialista, de acabar con el programa nuclear norcoreano, que es de su propio interés, pues a su modo de ver el fin del programa nuclear quitaría ese pretexto para una mayor presencia militar norteamericana en el este de Asia.
 
Presionado por esa realidad, el presidente de China, Xi Jinping declaró, en el Fórum de Boao, el 8/04, que "nadie tiene permiso para sumir a una región y hasta, incluso, al mundo entero, en el caos para ganancia propia”. Pero prometió “esfuerzos incesantes para lidiar apropiadamente con cuestiones relevantes por el diálogo y la negociación”.
 
Con esta política de presión y negociación, China busca convencer a Corea del Norte a abandonar su programa nuclear, ofreciendo su propio arsenal como protección. Con eso, alcanzaría un doble objetivo: la dependencia, cada vez mayor, de Corea del Norte y trataría de negociar la reducción de la presencia militar norteamericana en la región, a partir de sus buenos servicios. Tendría, incluso, como plus, demostrando su cooperación con la ONU y los EE.UU., todo en nombre de la “paz mundial”.
 
Una dictadura que se alimenta del hambre de su propio pueblo
 
La prensa y el imperialismo continúan, conscientemente, caracterizando a Corea del Norte y a su dictador, como “comunistas”. A eso respondíamos, en material anterior (Muerte de Kim Jong-il lleva a incertidumbre a Corea del Norte): “Caracterizar de ‘comunista’ a un país dirigido con mano de hierro, por una dictadura militar, capaz de transformar a su régimen en una dinastía hereditaria y de llevar a su pueblo al genocidio al hambre en nombre de la ‘prioridad militar’, como pilar constitucional del país, causa repudio en cualquier revolucionario honesto en el mundo”. 
 
Esta realidad se mantiene. El ex Estado obrero, restaurado al capitalismo en la década de 1990 (ver material citado arriba) por el padre del actual dictador, es uno de los más pobres de Asia. Según el periódico The Economist (Inside the Cult of Kim, 6/04), una de cada cuatro criaturas sufre de desnutrición crónica. Aunque la tasa de cambio oficial sea de 100 won para 1 dólar, en el mercado negro esta relación llega a 8.000 won por dólar. Un buen salario, en el servicio público, es de 3.000 won, o sea, US$ 30 en el cambio oficial y menos de 0.5 dólar en el cambio no oficial. Como el talón de racionamiento alimentario fue eliminado con la restauración capitalista, las familias compran sus alimentos en el mercado, donde, probablemente, pagan por ellos según el cambio paralelo.
 
El campo norcoreano tiene, apenas, el 18% de tierras agrícolas, cultivadas con herramientas rudimentarias y arados manuales. No hay tractores, pues casi toda la industria es volcada a la “prioridad militar”, que construyó una élite privilegiada en el ejército, que frecuenta los locales reservados a turistas y propietaria de bienes inaccesibles a la población trabajadora.
 
Para mantener la “paz” en este régimen, la dictadura mantiene campos de concentración para opositores políticos, miembros del partido caídos en desgracia y hasta practicantes de religiones. Según Amnistía Internacional existen cerca de 200 mil presos políticos en el país, 50 mil de ellos en el Campo 22, cuyo cierre había sido anunciado por el gobierno pero, recientes fotografías satelitales mostraron una intensa actividad en el área.
 
Es ese dictador, que algunas corrientes de izquierda stalinistas tratan de defender políticamente, como el PCdoB en Brasil, acostumbrados a defender acríticamente dictadores como Ghadafi, de Libia, y Al-Assad, de Siria.
 
En realidad, la fuerza que puede hacer retroceder al imperialismo y sus sanciones, son las masas de toda la península coreana. Pero, justamente por ser el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, un partido identificado como el responsable por esa dictadura burguesa asesina, no tiene autoridad para dirigirse a las masas de trabajadores de Corea del Sur y llamar a la movilización contra el cerco y por la reunificación de las dos Coreas. Hoy, si tuviesen libertad, lo más probable es que las masas, de Corea del Norte, emigrasen hacia la del Sur, para escapar al hambre y a la dictadura.
 
Defensa de Corea del Norte frente al imperialismo, pero ningún apoyo político a la dictadura
 
El imperialismo, armado hasta los dientes, con todos los tipos de armas, incluso nucleares, y sus instituciones fantoches, como la ONU, no tiene ningún derecho de dictar, a otros países, qué armas pueden tener, o si les es permitido desarrollar programas nucleares o no. Al contrario, en tanto la amenaza militar imperialista exista en el planeta, cualquier país tiene el derecho, si así lo desea, de construir un arsenal nuclear para su autodefensa.
 
Sin embargo, así como defendemos el fin de las operaciones de usinas nucleares de producción de energía, en el sistema capitalista, también defendemos el fin de todos los armamentos nucleares. Una explosión nuclear en una región habitada, cualquiera que sea el país que lo haga, causaría un genocidio mucho mayor que el ocurrido en Hiroshima y Nagasaki, pues la potencia de las bombas aumentó varias veces, y ningún gobierno tiene el derecho de hacer eso contra la población de otro país. Pero, el primer paso debe ser dado por la nación más beligerante del planeta, los EE.UU., sus satélites, como Israel, y los demás países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, China incluida. Estos son los países más peligrosos del planeta, capaces de todo para defender las ganancias de sus empresas, inclusive la propia destrucción de la Tierra, como ya viene ocurriendo en relación a la catástrofe ecológica.
 
Por eso, sin concordar ni defender, por un sólo minuto, a la dictadura genocida de la dinastía Kim, estaremos al lado de Corea del Norte contra cualquier ataque que el imperialismo o Corea del Sur realizaran, incluso bajo el pretexto de estarse defendiendo.
 
Y defendemos a Corea del Norte contra las sanciones y contra los ataques militares del imperialismo, porque es un país semicolonial explotado y oprimido, bajo el ataque del imperialismo, no porque sea un estado socialista, como dicen sectores stalinistas o un “estado obrero burocratizado”, como afirma el PTS.
 
Seguimos, así, la tradición de la corriente morenista, cuyo mayor ejemplo fue el apoyo militar dado por el ex PST argentino (partido que estuvo en la raíz de la fundación de la LIT-CI) a la dictadura de aquel país en 1982, cuando ésta declaró la guerra a la democrática Inglaterra imperialista, por la posesión de las Islas Malvinas, sin dar, por ningún minuto, apoyo político a la dictadura militar.
 
Al mismo tiempo, afirmamos que la tarea más importante que la clase obrera y el campesinado norcoreanos tienen que cumplir, es derrumbar a esta dictadura de tres generaciones, que usurpó la revolución, llevada a cabo por los trabajadores en la post segunda guerra, y llevó al país a la restauración capitalista y a la ruina. Sólo así será posible reunificar la península coreana, bajo la dirección de los trabajadores y sus aliados del campo, tanto de Corea del Norte como de Corea del Sur, poniendo un freno a la colonización de la región por el imperialismo norteamericano y a la voracidad de la burguesía china. Para reunificar la península es necesaria la lucha y la unión de los trabajadores de ambos lados, los del sur, contra el régimen semicolonial y contra la presencia de las tropas imperialistas en su territorio, y las del norte, contra su dictador. Ese es el camino que puede garantizar el fin de la amenaza de guerra en la península coreana. 

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