FRENTE AL CAPITALISMO EN CRISIS SOLO HAY UNA ALTERNATIVA: REVOLUCIÓN SOCIALISTA!
   
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  A diez años del Argentinazo
 
 
A diez años del Argentinazo

Escrito por Alicia Sagra, del PSTU argentino. www.pstu.com.ar

La crisis económica y política mundial que se manifiesta con crudeza en Europa, en especial en Grecia, España, Portugal y la respuesta popular ante los ataques (las huelgas, los indignados, las grandes movilizaciones, los acampes…) han hecho que muchos analistas vuelvan a recordar a la Argentina del 2001.

Si bien las diferencias son grandes, ya que las posibilidades de resistencia y reacomodo de los regímenes de los países imperialistas, son muy superiores que las que tienen los de los países semicoloniales como Argentina, es cierto que hay mucho puntos de contacto. Tal como dice José Natanson en Le Monde Diplomatique (que no tiene nada de revolucionario ni de izquierda) “Cada uno (el proceso europeo y el argentino) a su modo, parecen expresar algo que está llegando a su fin”[1]
Natanson tiene razón,  el argentinazo del 2001, así como los acontecimientos europeos de hoy, muestran a un capitalismo agonizante que no termina de morir por falta de una dirección revolucionaria, capaz de darle el tiro de gracia.

Por eso es importante que hoy, a 10 años del argentinazo, saquemos las lecciones de ese rico proceso. Después de todos estos años son muchos los interrogantes a responder: ¿Fue una revolución o todo estuvo armado por el peronismo para sacar a De la Rúa? Si fue una revolución, ¿qué es lo que ganamos, no estamos igual que antes? ¿Se podría haber logrado más, por qué no se lo hizo? ¿Qué es lo que provocó esa revolución? ¿Cuál es la relación del kirchnerismo con el Argentinazo?
Las respuestas a estas preguntas son necesarias no por un interés histórico, sino para armarnos de la mejor manera posible para
enfrentar los actuales procesos europeos y  los que se puedan volver a presentar en Argentina y Latinoamérica,  cuando la crisis mundial nos comience a golpear más directamente.

Nota
[1]Diez años después, ahora,  Le Monde Diplomatique, diciembre 2011

La Revolución de 2001

Hace 10 años, el 19 y 20 de diciembre del 2001, estallaba la revolución en Argentina. El robo de los ahorros a partir del  “corralito”  y la declaración del Estado de Sitio, fueron “la gota que derramó el vaso” que ya se venía llenando con las consecuencias de la debacle económica: precariedad laboral,  rebajas de    salarios y el desempleo que hundía en la miseria y desesperación, a amplios sectores no sólo de la clase obrera, sino también de la clase media.
Durante el 19 de diciembre, se dieron movilizaciones de docentes y estatales en La Plata y comenzaon los saqueos de supermercados en diferentes lugares del país. Desde todos los sectores s escuchaba la exigencia de la renuncia de Cavallo, el Ministro de Economía. A las 22. 45 horas, el presidente De la Rúa, lejos de pedir la renuncia a su ministro, anunció por cadena nacional la declaración del Estado de Sitio. Ahí comenzó el estallido.  

En los diferentes barrios de la Capital  y en las principales localidades del Gran Buenos Aires se empezó a juntar gente, que golpeando cacerolas y todo tipo de elementos metálicos, espontáneamente se encolumnaba. Una parte quedaba en los centros de los diferentes barrios y localidades, otros se dirigían al Congreso, a Plaza  de Mayo. Poco  a  poco, los que seguían estos hechos por la televisión se iban sumando y se unificaban en el reclamo:  “Que se vaya Cavallo, que se vaya De la Rúa”, “Que se vayan todos. Que no quede ninguno. Al Estado se Sitio se lo meten en el culo” Así continuó hasta altas horas de la madrugada.
Según los medios, esa noche se movilizaron 500 mil personas.

La  mañana  del  20  comenzó muy tensa. Se sabía que la noche anterior la represión policial había matado a uno de los manifestantes.  En la Plaza de Mayo había un despliegue impresionante de tropas policiales fuertemente pertrechadas. Mientras que en el Congreso se comenzaba a  formar  la columna para iniciar la marcha que días antes había sido convocada por la Mesa de la Izquierda y la CTA.

Ni bien se inició la marcha, comenzó una fuerte represión. Una y otra vez  la columna fue disuelta y una y otra vez se rearmó y reinició la marcha hacia Plaza de Mayo, donde los sectores que habían conseguido llegar eran fuertemente reprimidos. A media  tarde, empleados bancarios y estatales, que salían de sus trabajos se incorporaron a la movilización y se recibían muestras de solidaridad desde las oficinas y edificios de departamentos.
Pero no todos los convocantes fueron a la cita. Faltaron la CCC, que no salió de la escuela que ocupaban en La Matanza, y la CTA que se encerró en el Local del FRENA-PO, al lado del Congreso.Tampoco estuvo la CGT, responsable central de la no participación de los trabajadores organizados.
Hubo algunas honrosas excepciones:  El SUTEBA Matanza dirigido por la oposición Violeta,  ATE Sur, AGDUBA y la CICOP. También estuvieron y jugaron un  destacado papel, un sector de jóvenes trabajadores que poco después crearían un nuevo sindicato:  los motoqueros, ellos con sus motos  fueron  la vanguardia en el enfrentamiento y mantuvieron  conectados a los diferentes sectores movilizados.

Aunque el estallido tuvo su pico más alto en Buenos Aires, en las diferentes provincias del país se dieron marchas exigiendo la renuncia del presidente, otras que reclamaban alimentos, y hubo una gran cantidad de saqueos de supermercados. La nacionalización del enfrentamiento se reflejó en las víctimas: entre el 19 y 20  de diciembre la represión policial provocó  38  muertos  distribuidos  en Capital, Lomas de Zamora, Almirante Brown, La Matanza, Moreno, Rosario, Corrientes, Cipolleti, Paraná. En Capital, el enfrentamiento duró casi 10 horas, hasta que De la Rúa presentó su renuncia y el helicóptero lo sacó de la Casa Rosada. Por primera vez en nuestra historia un presidente escapaba, no de los tanques del ejército, sino de la furia de la movilización popular.

La profundización de la revolución

La caída de De la Rúa no paró nada. En pocos días cayeron tres presidentes más, el Congreso fue ocupado por manifestantes que  tiraban sus muebles por las ventanas, los ahorristas ocuparon los bancos, rompieron sus puertas a martillazos, exigiendo la devolución de sus ahorros e impedían su normal  funcionamiento,  los desocupados cortaban las rutas y hacían piquetes en fábricas exigiendo trabajo. Durante el verano del 2002, los piquetes y cacerolazos, que venían de antes del Argentinazo, se generalizaron y masificaron.Todos los viernes a la noche, columnas provenientes de los diferentes barrios y de localidades del conurbano, llegan a Plaza de Mayo. Ahí se quemaban banderas yanquis y se entonaban consignas que animaron el recorrido de las columnas:  “Que se vayan todos”, “Piquete y cacerola la lucha es una sola”, a los que se sumaban reclamos concretos contra la represión, castigo a los culpables, no pago de la deuda, defensa de  los hospitales públicos, etc.
Se rechazan todas las instituciones, se repudia al Gobierno, al Parlamento, a la Justicia. Los diputados entran y salen del Congreso, vestidos con vaqueros y zapatillas para no ser reconocidos. Un ex ministro de economía es golpeado en la calle, Cavallo sale disfrazado de mujer del casamiento de su hija para escapar a la furia popular. Todo había cambiado en Argentina y en especial en Buenos Aires.

Eran rechazados todos los políticos tradicionales, los únicos aceptados eran los de izquierda y entre ellos se destacaba la figura de Zamora que comenzó a ganar gran prestigio popular. Los poderosos se disfrazaban y escondían y la gente común, trabajadores, amas de casa, pequeños comerciantes, de todas las edades y de  todos los barrios, marchaban y caminaban a altas horas de la madrugada. No había miedo a la inseguridad, los que antes apenas se saludaban,  ahora conversaban, se protegían. Se sentía la confianza que da la revolución.

Los nuevos organismos


Junto a las movilizaciones, surgían los nuevos organismos. Aumenta la organización de desocupados que había surgido poco tiempo antes,  ahora con direcciones de izquierda y planteos más avanzados, desde esas  organizaciones se organizan los cortes y piquetes. Como los desocupados no pueden parar la producción, paran la circulación por trabajo y dignidad. Trabajadores de fábricas que cierran, las ocupan para hacerlas producir y así se nacen las fábricas recuperadas.

Surgen  las  Asambleas  Populares, centralmente en Capital, que nuclean vecinos en todos los barrios y que se reúnen en las esquinas, en las plazas.  En estas asambleas, que cada  vez  adquieren un carácter más popular, se discute sobre todo.
Algunas toman tareas que tienen que ver con la lucha contra la impunidad, otras instalan comedores y instrumentan medidas de economía solidaria, articulando  con organizaciones  piqueteras. También se asumen tareas en defensa de los hospitales y se organizan movilizaciones contra los tarifazos, contra los cortes de  luz, por la recuperación de las empresas privatizadas.
Al mismo tiempo se avanza en la  centralización con la Coordinadora de Parque Centenario que se reúne semanalmente y donde se empiezan a asumir reivindicaciones programáticas que hasta ese momento sólo habían sido defendidas por los trotskistas: la nacionalización de la banca, el control del comercio exterior, la expropiación con control obrero, el no pago de la deuda. Se realizan debates políticos importantes a favor y en contra del poder de los trabajadores, del horizontalismo, de la Asamblea Constituyente.

Pero esta Coordinadora rápidamente se comienza a vaciar como rechazo al aparatismo de  los principales partidos de izquierda (PO y MST). Cuando se estaba discutiendo la realización de un gran acto unificado en Plaza Mayo para el Día Internacional de los Trabajadores, dirigentes del PO y el MST se agarraron a las trompadas frente a la Coordinadora de Parque Centenario. Como consecuencia, ese 1º de Mayo hubo 5 actos y  la mayor parte de las asambleas dejaron de participar en  la Coordinadora y se replegaron a sus barrios.

La política de la burguesía y del imperialismo

La  burguesía no podía tolerar esa situación, aunque no había organismos de  poder claros, existía un doble poder de hecho que impedía el normal funcionamiento del país. Tenían que acabar con eso. Para hacerlo, por un lado, Duhalde, con el apoyo de la Iglesia, convence al Banco Mundial (a pesar de la crisis económica del 2001) que envíe una gran cantidad de dinero que es utilizado en los planes sociales para atenuar los efectos más graves de la crisis; por otro lado intenta una salida dura que se expresa en la represión  a  la marcha  piquetera  del 26 de junio del 2002.
Pero el asesinato de Kostequi y Santillán provoca una gran reacción popular que hace que Duhalde retroceda en su proyecto represivo y adelante el llamado a elecciones.
En un primer  momento ese llamado recibe un amplio rechazo. Se realizan importantes movilizaciones contra las elecciones, que se combinan con las del rechazo a la guerra contra Irak, impulsadas por De Genaro, Zamora, la Carrió y la mayor parte de las organizaciones de izquierda. Pero finalmente la burguesía y el gobierno consiguen, con la ayuda del PO y el MST que centran  toda su actividad en la campaña electoral, un primer triunfo importante con la masiva participación en las elecciones presidenciales del 2003.

El retroceso de la revolución

Es finalmente el gobierno de Kirchner, con el viento de cola del crecimiento económico mundial, quien consigue hacer retroceder la revolución. La situación económica favorable que origina una recuperación industrial y su política de derechos humanos centrada en el ataque a los militares genocidas, le permiten primero aislar a las organizaciones piqueteras y después cooptar a la mayor parte de sus dirigentes,  lo mismo que a la mayor parte de las organizaciones de derechos humanos y a un importante número de dirigentes sindicales.

Así, poco a poco, consigue el desmonte de la revolución, aunque no logra cerrar definitivamente lo que abrió el Argentinazo. Argentina no termina de ser un “país normal”. Analistas burgueses dicen que el 2001 originó “una sociedad en estado de alerta”[1] que reacciona colectivamente ante la mínima provocación. Eso es lo que explica la impresionante reacción popular ante la masacre de Cromañón, el largo corte del puente internacional en Gualeguaychú, las numerosas reacciones  populares contra las fuerzas policiales frente a la inoperancia  o complicidad en los casos de inseguridad, los automáticos cortes de calles por la falta de luz o de agua, los cortes y piquetes que han incorporado los trabajadores y que utilizan para fortalecer sus reclamos... Todo esto es lo que nos hace decir que si bien  lograron desviar el proceso y cambiar la situación, el kirchnerismo no consiguió cerrar totalmente la etapa que se abrió con el  Argentinazo.

El temor a que el 2001 se vuelva a instalar es lo que los hizo dar las jubilaciones masivas, las asignaciones por hijo, mantener congelados los precios de los  servicios y el  transporte en la provincia de Buenos Aires. Recién ahora, ante la amenaza de los efectos de la crisis mundial se animan a comenzar a liquidar esas conquistasde la revolución.

El grave problema de la dirección


Si bien en el 2001 el país colapsó y se dio uno de esos momentos en que la crisis de la burguesía es tan grande que se abre un vacío de poder, era imposible que ese poderfuera tomado por los trabajadores.
Eso era así, porque no había ninguna dirección, con peso de masas que quisiera hacerlo.  
Pero los trabajadores podríamos haber salido con un triunfo políticoimportante, con una dirección de alternativa fuerte, que sí nos permitiera disputar el poder en una nueva crisis. La revolución le ofreció esa oportunidad a la izquierda. Pero no salimos con ese triunfo porque las dos principales  organizaciones de izquierda, el PO y el MST y la principal figura del momento, Zamora, desperdiciaron esa oportunidad.  
Este tema lo desarrollamos en el debate con la izquierda que publicamos en estas mismas páginas

Nota
[1] Le Monde Diplomatique, diciembre 2001


Las causas del Argentinazo

Hay quienes dicen que lo del 2001 no tuvo nada que ver con una revolución, sino con la política del peronismo. Es cierto que Duhalde quería acabar con la paridad cambiaria y probablemente, su gente impulsó algunos de los saqueos como medida de presión para lograr el alejamiento de Cavallo. Pero de ninguna manera Duhalde quería que De la Rúa cayera volteado por una movilización de masas.

En casi todos los procesos revolucionarios hay participación de sectores burgueses. A veces intervienen
para evitar el triunfo revolucionario.
Otras veces hacen  acciones que se les van de las manos y no pueden controlar sus consecuencias. Eso pasó en
la Segunda Guerra Mundial: las masas italianas nunca hubieran colgado a Mussolini si no se hubiera dado el desembarco aliado en Normandía, pero ni yanquis ni  ingleses querían que los problemas se resolviesen de esa manera. Ellos no querían  linchamientos hechos por las masas, lo que querían eran juicios como los de Nüremberg. Algo parecido podemos decir del ajusticiamiento de Kadafi.

Ningún  burgués quiere que las masas tomen en sus manos la resolución de sus problemas centrales, porque eso tiene su propia dinámica, el río puede salir de su cauce y arrastrar al sistema capitalista. Y Duhalde es muy conciente de eso, demasiado tiempo y dinero le costó volver a encauzar las aguas turbulentas.
El Argentinazo no fue provocado por el peronismo. Fue una revolución en donde, como dice Trotsky, las masas resolvieron tomar en sus manos la resolución de su destino. Y estalló por las mismas causas que estallan todas las  revoluciones: porque la vida se volvió insoportable para las masas.

El régimen militar asesinó a más de 30 mil personas, dejó la economía del país por el suelo y al país más dependiente del imperialismo. Los gobiernos Alfonsín y  Menem, profundizaron aún más esa dependencia, entregaron las riquezas del suelo, privatizaron con precio de remate las empresas estatales, dejando millones en la calle y prepararon la debacle que estalló en el 2001.

El avance de la recolonización imperialista de los últimos 20 años, había llevado al país a una catástrofe económica y social sólo comparable a los efectos de una guerra. En el 2001 el PBI era equivalente a la mitad del que había 11 años atrás. Esa caída de la economía se ref ejaba no sólo en el proceso de destrucción de la salud y la educación o en el 23% de desocupación que daban las cifras oficiales (que superaban el 50% si se contaba a los subempleados), sino también en la caída de la esperanza de vida, como lo indica el último censo nacional realizado en el 2001. En una entrevista de Página 12, la demógrafa Susana Torrado dice: “Salvo en caso de hecatombe o de una situación social extrema, como una guerra, la esperanza de vida tiende a subir siempre. Pero acá no. Se suponía que entre 1990 y 2000, habría un aumento moderado de la esperanza de vida y de acuerdo a la proyección más auspiciosa la población esperada para el 2001 era de 37.800.000 (…) las peores perspectivas daban una población de 37.200.000, ya por debajo de la media más baja recomendada que sería de 37,5 millones (…) los datos preliminares (del censo del 2001) dan una población de 36 millones”.

Este  proceso  provocó en los 90 fuertes reacciones de  los desocupados (Tartagal, Cutral Có, etc.), grandes enfrentamientos estatales en las provincias y huelgas generales que llevaron a la derrota de Menem. La Alianza y De la Rua, que crearon expectativas al asumir, lejos de modificar el desastre lo agravaron.

Esa realidad y las luchas que provocó, a la que se suma el repudio ge-neralizado hacia todas las instituciones del régimen, comprometidas una y otra vez en casos de corrupción, es lo que está por detrás del Argentinazo. Por eso no se presentó como un rayo en un cielo sereno, sino que vino precedido de la gran lucha por Aerolíneas; de la movilización obrera y popular que en abril volteó a López Murphy, recién nombrado Ministro de Economía; del resultado electoral de octubre de 2001, donde se impuso el “voto bronca” y donde hubo una alta votación para la izquierda; de las 5 huelgas generales que se le hicieron a De la Rúa, la última de la cuales se realizó el 13 de diciembre con un muy alto grado de acatamiento.

Una revolución obrera, popular y antiimperialista

Las masas no aguantaron más  y estalló  la  revolución, el  corralito y el estado de sitio fueron los detonantes, eso hizo que se diera un caso muy raro, que el conjunto de la clase media (incluso los sectores altos) se unificara en el estallido. Pero no fueron esos sectores altos los que encabezaron y mantuvieron el proceso revolucionario. Quienes lo hicieron fueron los desocupados y los sectores más empobrecidos de las ciudades;  los obreros participaron como parte de la población, aunque no como clase.

Esa no participación de la clase obrera como clase, fue una importante debilidad de esta revolución. Pero de cualquier manera fue una revolución obrera y antiimperialista por sus objetivos y popular por su composición social, que  volteó a 4 presidentes y dejó al régimen en ruinas. No podía culminar en la toma del poder por los obreros y por eso, a pesar de lo que digan los seguidores de Cristina,  los problemas de fondo siguen estando: basta con mirar la actual situación de Aerolíneas, las suspensiones en el SMATA, el tarifazo que se nos viene encima.

Pero a pesar de eso, esta  revolución  tuvo conquistas. Gracias al  Argentinazo se consiguieron subsidios para los desocupados, los gobiernos Kirchner se vieron obligados a mantener las tarifas y el transporte congelados, a aumentar las jubilaciones, a dar la jubilación del ama de casa y las diferentes moratorias, la asignación universal por hijos. Y conseguimos un importante logro político, el haber adquirido ese “estado de alerta” que nos hace  reaccionar colectivamente ante los ataques. Esa actitud será muy importante cuando tengamos que defender las conquistas del Argentinazo que nos pretendan quitar.


Las causas del Argentinazo continúan presentes

Hay una  propaganda central que surge desde el gobierno que dice que a partir de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina, los problemas que provocaron el estallido revolucionario se han solucionado o están en camino de solucionarse. Para afirmar eso parten de algunos hechos: no existe la desocupación del 2001, ha mejorado la situación de los más sumergidos con el aumento de las jubilaciones, la asignación por hijos, etc., y se ha avanzado en  las políticas de derechos humanos tomando medidas contra los militares genocidas.

La recolonización imperialista

Nosotros opinamos que eso no tiene nada que ver con la realidad. Una de las causas más profundas fue el avance de la recolonización imperialista. Y esa relación  de dependencia no ha cambiado. Continúa el saqueo de nuestros recursos naturales, el petróleo sigue en manos de las multinacionales, la penetración de las mineras se ha incrementado. Las empresas de servicios continúan privatizadas. No se han renacionalizado los ferrocarriles ni el subte y sus concesionarios siguen  sin  hacer ningún tipo de inversión, por lo que continúan siendo una latente fuente de peligro. El no pago de la deuda fue unade las banderas del Argentinazo y han sido los gobiernos kirchneristas los que más la han pagado.Las relaciones con el imperialismo yanqui se han profundizado, no sólo el gobierno argentino dio todo su apoyo a Obama en  relación al armamento nuclear, sino que  les cubre las espaldas participando en la vergonzosa ocupación militar de Haití.
Como consecuencia de esa creciente pérdida de soberanía, la destrucción de la salud y de la educación pública se ha profundizado; es necesario sólo mirar el estado calamitoso de los hospitales y escuelas del Gran Buenos Aires, para confirmar esa realidad.

Los Derechos Humanos

En  relación  a  los derechos  humanos, ha continuado el procesamiento a los luchadores, como se vio en los casos del Pollo Sobrero, de Pitrola, de Vilma Ripoll. Han continuado los asesinatos impunes de activistas políticos y sociales, las muertes de Mariano y Cristian Ferreyra, de los miembros de los pueblos wichis y qom, son una prueba irrefutable.
Por otro lado, la cooptación de emblemáticas figuras de derechos humanos por parte del gobierno han provocado hechos lamentables como el de Hebe de Bonafini, que aparece ligada a la corrupción y defendiendo a los militares, ensuciando así la lucha de décadas de las Madres de Plaza de Mayo.

Las condiciones de trabajo


La  recuperación  económica mundial del 2003 originó la caída del desempleo y les permitió mantener congelados los precios de servicios y transportes  para  evitar nuevas explosiones. Pero el aparato productivo sigue siendo obsoleto, los ritmos de trabajo  se  incrementan, la seguridad industrial cada vez es menos controlada, proliferan los contratos basuras y el trabajo en negro, la creciente inflación se come el poder adquisitivo de nuestros salarios. Y ahora,  ante el peligro de los efectos de la crisis económica mundial, vuelve a aparecer el fantasma del desempleo, como lo muestran las suspensiones en el SMATA y se nos viene  encima no sólo el anunciado tarifazo, sino posibles ataques a la libertad sindical como dejó traslucir el discurso de asunción de la presidenta.
Todo esto muestra que el kirchnerismo no ha resuelto ninguno de los problemas de fondo y que por lo tanto, más tarde o más temprano, tendremos que  volver  a  transitar  el  camino  que hoy están transitando los trabajadores y los estudiantes europeos.

El debate con la izquierda

Como  relatamos  en  este  mismo número a partir del estallido del 19 y 20 de diciembre, cientos de miles salieron a las calles a hacer cacerolazos y a cortar rutas. Decenas de miles participaban de las Asambleas Populares, en la Coordinadora de Parque Centenario, en las Asambleas Piqueteras. Crecía el fenómeno de las fábricas recuperadas. Se aprobaban programas que antes sólo defendían las organizaciones revolucionarias y todo en medio de una profunda crisis política y económica de la burguesía que no conseguía normalizar el funcionamiento de las principales instituciones del país.

Explicamos en otro artículo que no existió la posibilidad de que esta crisis se resolviesen con la toma del poder por los  trabajadores. Pero sí existió la posibilidad  de lograr un avance cualitativo en la construcción de una alternativa de dirección. Esa oportunidad fue desperdiciada por las organizaciones y dirigentes que estaban en condiciones de dar una respuesta en ese sentido. Ese es el debate que queremos hacer con los partidos y los militantes de izquierda, en especial con los que se reivindican trotskistas.

Ante la traición evidente de los dirigentes de  la CGT, CTA y CCC, que no participaron y boicotearon las jornadas revolucionarias, la izquierda aparecía como  alternativa y las nuevas organizaciones (junto a los pocos sindicatos combativos que estuvieron del lado de la revolución) abrían la posibilidad de avanzar hacia organismos de poder dual. Zamora se convertía en el gran referente político, el MST avanzaba como dirección política en las Asambleas Populares y lo mismo pasaba con el PO en los sectores más combativos del movimiento de desocupados.

La expectativa en la izquierda crecía, incluso en  los sectores no movilizados, como  lo muestran los “aguante Zamora” que aparecían en las paredes de los baños de las fábricas.
En Argentina estuvo la posibilidad de avanzar hacia una nueva dirección y nuevos organismos, combativos y democráticos de la clase obrera y del movimiento de masas. La revolución ofreció esa oportunidad histórica a esas organizaciones y dirigentes de izquierda y ellos la rifaron.

Esa  oportunidad se frustró porque no se tuvo la política de avanzar hacia la unidad de lo nuevo que surgía y golpear desde ahí sobre los sindicatos y centrales,  para disputarle a la burocracia, la dirección de la mayoría de los sectores
obreros. No se tuvo una política para desarrollar a esos organismos, para hacerlos relacionar con la clase obrera, no se tuvo desde ellos ninguna política de autodefensa ni para intervenir sobre la base de las fuerzas de represión. Es decir no se tuvo la política de hacerlos avanzar hacia órganos de poder.

Por  miedo  de  perder  el  control  del movimiento que surgía en torno a él, Zamora se negó a todo tipo de unidad con la izquierda y los organismos que ésta dirigía. El PO y el MST pusieron el centro en la defensa de sus aparatos, llegando al extremo de agarrarse a las trompadas frente a la Coordinadora de Parque Centenario, provocando que las asambleas abandonasen esa centralización que había sido un logro importante y haciendo que  creciesen las posiciones antipartido.
El PTS tuvo un peso menor en el proceso revolucionario, pero siguió la misma línea de conducta. Así boicoteó toda
posibilidad de unidad de las fábricas recuperadas porque no aceptaba ninguna propuesta que plantease las cooperativas. Era expropiación con control obrero o nada. Lo irónico es que hoy, cuando Zanón, al igual que el resto de la recuperadas, se ha transformada en sólo una cooperativa, la presentan como la máxima experiencia de poder obrero.

Una actitud coherente con la política que defendieron

En estas organizaciones, no primó la lógica de la lucha que impone la unidad, sino la lógica electoral que lleva al aparatismo, la autoproclamación, la división.  Actuando con esa lógica fueron aparatizando y vaciando de contenido los organismos de masas que cada uno dirigía y f nalmente, el PO y el MST terminaron montándose al  carrusel electoral, siendo los primeros y los que más fuerza se lanzaron a la campaña por lograr el voto positivo en  las elecciones del 2003.

Esa lógica autoproclamatoria que primó en ellos y que  les  impidió tener una política hacia el desarrollo de los nuevos organismos, es coherente con las salidas por dentro del sistema capitalista que plantearon durante todo el proceso revolucionario. El MST proponiendo que  la Asamblea  Legislativa eligiese a Zamora como presidente, en momentos en que las masas rechazando todas las instituciones (incluyendo esa Asamblea Legislativa), habían provocado un vacío de poder. El PO defendiendo  elecciones para una “Asamblea Constituyente con poder”, el PTS proponiendo su “constituyente revolucionaria”. Mientras que Zamora, renegando de su pasado marxista y adhiriendo al “horizontalismo”, abandonaba toda lucha orientada hacia el poder obrero y proponía como solución la creación de “comunas ciudadanas”.
Así, con sus propuestas por dentro del sistema y sus actitudes aparatistas, frustraron la expectativa de amplios sectores que los vieron como alternativa. Esa frustración fue un elemento muy importante en el triunfo que el gobierno y el imperialismo tuvieron con las elecciones y en el posterior desarrollo del fenómeno kirchnerista.


Tomado de Avanzada Socialista Nº17, prensa del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), sección argentina de la Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional (LIT-CI)

www.litci.org
www.pstu.com.ar


 

 
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