FRENTE AL CAPITALISMO EN CRISIS SOLO HAY UNA ALTERNATIVA: REVOLUCIÓN SOCIALISTA!
   
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  Declaración LIT-CI: Millones salen a la calle en Egipto!
 
 

Millones toman las calles en Egipto
¡¡Fuera Morsi!! ¡¡Fuera los Militares!!


Declaración de la Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional (LIT-CI)
www.LITCI.org

El pueblo egipcio una vez más estremece al mundo. Su valerosa entrega, su persistencia tenaz y su poderosa energía revolucionaria parecen inagotables e iluminan el camino de la liberación social a las clases explotadas de todos los países.

Al cumplirse un año de la investidura del presidente egipcio, Mohamed Morsi, la clase trabajadora y las masas populares del país más populoso de aquella región están protagonizando, muy posiblemente, la mayor movilización en la historia de la humanidad.
 
Fuentes del propio Ejército egipcio reconocieron que, el pasado domingo 30 de junio, más de 14 millones de personas salieron a las calles en las principales ciudades de Egipto[1].
 
Las organizaciones sociales y el amplio entramado de partidos burgueses de oposición al gobierno de la Hermandad Musulmana, por su parte, afirman que colmaron las calles no menos de 17 millones de manifestantes.
 
Este hecho es tan majestuoso, que supera en mucho a las movilizaciones que derrocaron al dictador Mubarak en febrero de 2011.
 
El rugido de esos millones, que se sienten victoriosos tras haber tumbado al tirano y se saben hacedores de su propia historia, se resume en un ultimátum categórico: ¡Fuera Morsi!
 
Desde la LIT-CI expresamos a nuestro más completo e incondicional apoyo y solidaridad con esta nueva gesta revolucionaria del pueblo egipcio.
 
Sin duda estamos presenciando un acontecimiento colosal que, con su fuerza arrolladora, es parte y fortalece enormemente a todo el proceso de revoluciones que sacude el norte de África y Medio Oriente.
 
¡La poderosa movilización egipcia es un tremendo aliciente para los combatientes que en Siria enfrentan al dictador Bashar Al Assad, para la juventud que se moviliza en Turquía, en Túnez, en Brasil, en las ciudades europeas y en todo el mundo!
 
Las masas irrumpen y abren una crisis en el gobierno y el régimen
 

Las calles del país están completamente tomadas por una marea de miles de banderas y pancartas con la leyenda “Erhal” (Vete), escrita también en “tarjetas rojas” (como en el fútbol) con la imagen de Morsi. Otros miles protestan mostrando zapatos junto a la figura del presidente islamista, un símbolo de rechazo entre musulmanes.

Al momento de escribir estas líneas, informes provisorios del Ministerio de Sanidad egipcio anuncian al menos 20 manifestantes muertos y más de 800 heridos que se dieron, sobre todo, durante enfrentamientos con la policía y con bandas armadas de la Hermandad, que irrumpen a golpes en las concentraciones de la oposición.

Ya el viernes 28 de junio, en el curso de fuertes movilizaciones a favor y en contra de Morsi, se registraron dos muertos y 139 heridos.

En la capital, El Cairo, Alejandría y otras ciudades importantes, miles de manifestantes han apedreado, saqueado e incendiado sedes del Partido de la Libertad y la Justicia, el brazo político de la Hermandad Musulmana. De hecho, muchas de las muertes ocurridas hasta ahora, se dieron en estos choques en las sedes de ese partido en El Cairo y en la ciudad de Asiut.
 
La icónica Plaza Tharir es nuevamente el centro de las movilizaciones. Está tomada por manifestantes y centenas de tiendas de campaña, pues miles aseguran que no saldrán de allí hasta la renuncia de Morsi. Otros miles de jóvenes han empezado a ocupar los alrededores del palacio presidencial de Ittihadiya.
 
El movimiento juvenil Tamarrud (Rebelión), que ha convocado a las protestas, asegura haber colectado 22 millones de firmas para exigir la dimisión de Morsi. Este movimiento, que es parte de una plataforma denominada “30 de junio”, dio una advertencia al gobierno para que abandone el poder y convoque nuevas elecciones.
 
Por ahora, como resultado directo de la aguda crisis política abierta en el país, cuatro ministros del gabinete de Morsi presentaron su renuncia. Igualmente, cinco senadores identificados con la oposición en la "Shura" o Cámara Alta del Parlamento, demitieron a sus escaños.
 
La furia contra el gobierno se combinó con un creciente sentimiento antiimperialista. En las marchas y plazas se pudieron ver muchos carteles con el rostro de Morsi en el marco de las banderas unidas de Estados Unidos e Israel.
 
Este rechazo a la política imperialista, marcada en Egipto por un firme apoyo de Obama a la administración de Morsi, alcanzó tal punto de tensión, que obligó a Washington a retirar parte de su personal diplomático “por los problemas políticos y sociales que están teniendo lugar” y a pedir a sus ciudadanos que aplacen los viajes "no esenciales".
 
La realidad es que, con su acción revolucionaria, las millones de personas que salieron a las calles abrieron una crisis de poder en la cúspide del régimen y está planteada la posibilidad de echar a Morsi, que gobierna en los moldes de un régimen militar, lo cual sería una importante victoria de las masas.
 
En Egipto tenemos la más incontestable demostración del carácter permanente de la revolución, de que una primera conquista es el punto de partida para continuar la lucha por más reivindicaciones. Traducido al proceso revolucionario egipcio, el derrocamiento de Mubarak fue solamente el comienzo.
 
Un régimen represivo y entreguista que se mantiene sin Mubarak

El de Mubarak era un gobierno militar dentro de un régimen militar. Cuando este gobierno fue cuestionado por las masas, para salvar al conjunto del régimen de la movilización popular, el Ejército tuvo que sacrificarlo, pues Mubarak, después de 30 años de tiranía, estaba completamente quemado ante el pueblo y, por su desgaste, no conseguía estabilizar el país.
 
Esta movida de descartar el fusible a último minuto, hizo que las Fuerzas Armadas, que desde la época de Nasser son depositarias de un relativo prestigio en la sociedad, no se hundieran con Mubarak. Tanto es así que, en esa crisis, fueron vistos por un sector de masas como “aliados del pueblo” y asumieron el gobierno en la forma de una Junta Militar.
 
Ahora, si bien el que cayó fue Mubarak y no el régimen militar, esto no significa que ese régimen haya salido ileso. El régimen se mantuvo, aunque muy golpeado por la acción de las masas.
 
La caída de Mubarak abrió una situación revolucionaria que está marcada por una crisis permanente, que se expresa en la imposibilidad que tiene el régimen de reprimir las luchas como antes, en la conquista de mayores libertades democráticas, el surgimiento de nuevos sindicatos y organizaciones sociales y en un clima de movilizaciones y enfrentamientos constantes.
 
En ese marco, para estabilizar la situación, el régimen militar y su gobierno, la Junta Militar, llegaron a un pacto con la Hermandad Musulmana, organización burguesa que tenía fuerte prestigio entre las masas y que había ganado las elecciones presidenciales.
 
Ese pacto, como hemos explicado en otros artículos, permitió que la Hermandad asuma el gobierno a cambio de que Morsi mantenga intactos los pilares del régimen político en Egipto, lo cual significa, ante todo, la permanencia de los ostentosos privilegios y todo el poder económico y político de las Fuerzas Armadas.
 
De esta forma, asumió el primer gobierno civil desde la caída del rey Faruk, en 1952. Un gobierno civil, pero siempre en el marco del régimen militar.
 
Es así que los altos mandos militares egipcios, a través este nuevo gobierno asentado en la Hermandad, continúan controlando no menos de 40% de la economía nacional. Además de controlar empresas y poseer enormes extensiones de tierra, los generales reciben directamente de Washington más 1.400 millones de dólares anuales, la mayor “ayuda militar” proveniente del imperialismo después de la suministrada a Israel.
 
No es por otro motivo que, durante su mandato, Morsi mantuvo impunes no solo al ex dictador Mubarak, sino a los responsables del asesinato de más de 850 personas durante las jornadas que lo derrocaron hace más de dos años.
 
En frecuentes abusos de poder, Morsi atacó la libertad de organización, de manifestación, de huelga y de prensa.
 
En diciembre de 2012, cabe recordar, miles de personas salieron a las calles para frenar la imposición de un decreto que le otorgaba poderes casi absolutos.
 
En ese mismo mes, Morsi consiguió aprobar, aunque por estrecho margen y sufriendo derrotas en los principales centros urbanos, como El Cairo y Alejandría, una Constitución escrita a gusto y paladar de los militares, anti obrera, anti huelgas y basada en preceptos religiosos.
 
La grave crisis económica que asola Egipto es el  telón de fondo de estas movilizaciones en contra de medidas autoritarias y de instituciones de un régimen que, a pesar de la gran victoria que significó derrocar a Mubarak, no fue destruido.
 
En este sentido, se estima que 40% de la población está por debajo de la línea de pobreza.
 
El desempleo aumenta sin pausa, superando el 13% de la población. Este índice, en la juventud, está en 77% y supera 85% en el caso de los jóvenes con título universitario[2].
 
El país tiene una deuda externa que representa el 90% de su PIB. El año pasado, Morsi gastó alrededor del 10% del PIB solamente en pagos de intereses de préstamos que fueron contratados por Mubarak. El déficit fiscal (se gasta más de lo que se recauda) es del 10,4%.
 
Aun así, Morsi y los militares se han empeñado en aplicar un duro plan de ajustes para satisfacer las demandas que el FMI impone para aprobar un nuevo endeudamiento por 4.800 millones de dólares.
 
A este cóctel explosivo, se suma el encarecimiento y el desabastecimiento de los productos básicos, el aumento de la gasolina y constantes apagones de electricidad.
 
El pueblo egipcio, a partir de confrontar esta realidad, está siendo consciente de que no derrocó a Mubarak para continuar sus vidas como antes o incluso peor.
 
Existe un sentimiento en amplios sectores de masas de que Morsi y la Hermandad no están a la altura de aquella gesta iniciada en 2011 y que traicionaron los objetivos de la revolución: “Tres eran los principios de aquella revolución: pan, justicia y libertad. Morsi no ha cumplido ninguno. Ha tenido un año, y el país solo ha ido a peor. Debe marcharse”, afirma Zaid Sultan, de 35 años y que fue herido durante las manifestaciones contra Mubarak, según publica El País.
 
La experiencia política con la Hermandad, hasta hace poco un partido visto por muchos como “progresista”, está siendo acelerada. No es para menos. El país vive una revolución y la conciencia, a galope de las acciones, da saltos y avanza en meses lo que, en situaciones de “paz social”, demoraría décadas.
 
El ultimátum del Ejército
 
Frente a la crisis completa en las alturas y la posibilidad de que el segundo gobierno de su régimen sea derrotado por las masas, la cúpula de las Fuerzas Armadas decidieron intervenir e intentan repetir la movida que hicieron cuando la crisis que acabó con el gobierno de Mubarak.
 
Ante el hecho de que Morsi no está demostrando la capacidad de contener la movilización de masas, las Fuerzas Armadas dieron el 1 de julio un ultimátum de 48 horas a los partidos políticos para lograr un acuerdo: “Las Fuerzas Armadas dan 48 horas como la última oportunidad para que las fuerzas políticas asuman su responsabilidad en este momento histórico que atraviesa la patria, que no va a perdonar a ninguna fuerza que deje de asumir su responsabilidad”, señaló el general Abdel Fattah al Sissi, jefe del Ejército y ministro de Defensa, en un comunicado transmitido por televisión.
 
En el caso de que eso no ocurra, el Ejército anunció que se verá en la “obligación nacional e histórica de respetar las reivindicaciones del pueblo y anunciar una hoja de ruta y encargarse de aplicarla con la participación de todas las corrientes leales, incluidos los jóvenes [que impulsaron la revolución], y sin la exclusión de ninguna parte”.
 
La alta cúpula militar justificó su postura en la necesidad de “proteger la patria”, pues “la seguridad nacional del Estado está muy amenazada ante los acontecimientos que vive el país”. Advirtieron, además, que “la pérdida de más tiempo solo conseguirá más división y conflicto” (AFP).
 
Este anuncio hecho por los militares demuestra que la crisis abierta por la  inmensa movilización popular trastocó fuertemente no sólo al gobierno sino al propio régimen político, pues existen divisiones en las altas esferas de poder.
 
Parece claro que la cúpula de las Fuerzas Armadas está dispuesta, nuevamente obligada por la fuerza de las movilizaciones populares, a sacrificar a otro gobierno para mantener su régimen. Esto, por más que se plantee la contradicción de que la cúpula castrense reasuma directamente las riendas del gobierno, será una nueva victoria de las masas populares, parcial pero importantísima, pues aunque no lo destruya habrán asestado un nuevo golpazo al régimen militar.
 
Infelizmente, existe un sector importante de las masas que recibieron con expectativa y hasta júbilo este anuncio de los generales. Esto tiene que ver con que, a pesar de que la movilización se enfrente objetivamente con el régimen de conjunto, el enemigo más claro e inmediato para las masas continúan siendo los gobiernos (Mubarak, Morsi) y no exactamente las Fuerzas Armadas como institución. Los generales continúan siendo vistos, por un sector importante, como “árbitros” y hasta “amigos del pueblo” y no como los principales enemigos.
 
Por esto es que nos parece un grave error que el grupo Tamarrud haya saludado la posición del Ejército afirmando que, supuestamente, se estarían ubicando “del lado del pueblo”.
 
Este colectivo juvenil, ya habían instado en un comunicado a las “instituciones del estado, incluidos el ejército, la policía y el poder judicial, a alinearse claramente con la voluntad popular a la que representan las multitudes”. Es un grave error pues el problema no se resume a Morsi, sino a todo un régimen, asentado en los militares, que sostiene el Estado capitalista y entrega las riquezas del país al imperialismo, sin cuya derrota no sólo será imposible conquistar completas libertades democráticas, sino también solucionar los problemas estructurales del pueblo egipcio.
 
Explicado esto, lo que asistimos en Egipto no puede ser considerado un “golpe militar” sino un reacomodo táctico del Ejército (que nunca perdió el control del país) ante el desgaste del gobierno de Morsi (que a su vez siempre fue parte de ese régimen), con la finalidad de salvar, de nuevo, a un régimen político cada vez más golpeado por la revolución en curso.
 
¡La tarea inmediata es derrocar a Morsi!
 
Teniendo esto claro, la tarea central e inmediata que está planteada es continuar e intensificar la movilización para derrocar a Morsi y, al mismo tiempo, destruir el régimen sustentado en los generales y financiado por el imperialismo.
 
Más que nunca es fundamental mantener los ejes de la movilización: ¡Fuera Morsi! ¡Por la caída del régimen militar! ¡Fuera militares del poder!
 
La caída de Morsi, insistimos, será una importantísima victoria de las masas, pues se transformará en el segundo gobierno del régimen militar en ser derrotado en las calles. Esto será así, incluso en la hipótesis de que la movilización, por ahora, no destruya ese régimen, pues lo debilita y profundiza su crisis.
 
En el marco de este combate contra un régimen bonapartista, es necesario aplicar una política de amplia unidad de acción contra el régimen militar y sus gobiernos. Esta unidad de acción, realizada a partir de la más completa independencia política del movimiento obrero y las organizaciones revolucionarias, debe incluir a todos los sectores democráticos y opuestos al régimen militar, desde las organizaciones y plataformas juveniles como Tamarrud, hasta los partidos patronales y el Frente Nacional de Salvación de El Baradei y Amr Musa.
 
En esta amplia unidad de acción, concreta y circunstancial, con todos los sectores “democráticos” para enfrentar a Morsi y a los militares, no se debe perder de vista ni por un instante que, por su carácter de clase, los partidos burgueses serán inconsecuentes inclusive en el enfrentamiento consecuente con el régimen militar, puesto que su programa económico es igualmente capitalista, neoliberal y entreguista. 
 
A esta lucha democrática, debemos incorporar, además, demandas y medidas concretas contra el desempleo, por el aumento general de salarios y por una reforma agraria radical. Esto es tan importante pues es indispensable la entrada en escena de la clase obrera egipcia de forma organizada, una de las más fuertes de la región, por su fuerza determinante para el proceso y por su comprobada tradición de lucha contra Mubarak y también contra Morsi.
 
En medio de esta crisis y como parte del trabajo en el movimiento obrero, es necesario plantear la posibilidad y la necesidad de una huelga general que determine la caída de Morsi y los militares.
 
Por eso es necesario que todo el movimiento obrero, juvenil y popular luche por: !Fuera el gobierno de Morsi y los militares!; !Abajo la Constitución de Morsi y los militares!; ¡Exijamos una nueva Asamblea Constituyente para instaurar amplias y totales libertades democráticas, para romper todos los acuerdos con  el imperialismo, para expropiar los bienes de Mubarak y del conjunto del antiguo régimen!
 
A esto sumamos: ¡Por un aumento inmediato y general de los salarios que corresponda al coste de la canasta familiar! ¡Por un plan económico de emergencia y la reducción inmediata de la jornada de trabajo sin reducción de salario de forma que garantice trabajo para todos! ¡Por la expropiación de las grandes empresas nacionales y multinacionales y del sistema financiero!
 
También, como se vio en las movilizaciones, está planteada la lucha por la ruptura completa con el imperialismo: ¡Ruptura inmediata del Tratado de Camp David y con toda la subordinación financiera y política del Ejército con el imperialismo e Israel! ¡No al nuevo endeudamiento de 4.800 millones de dólares que Morsi y los militares están negociando con los banqueros de Washington! ¡No al pago de la Deuda Externa para esos recursos sean invertidos en trabajo, salud y educación para el pueblo egipcio! ¡Ruptura total con el FMI y todos los organismos imperialistas!
 
Al mismo tiempo, la tarea de echar a Morsi y destruir el régimen de las Fuerzas Armadas debe ser concebida como un paso en el sentido de la perspectiva estratégica de instaurar, de forma ininterrumpida, un gobierno obrero, campesino y popular asentado en las organizaciones obreras y sociales y en su propia democracia. Para alcanzar este objetivo es indispensable, al calor de esta lucha, construir un partido obrero, revolucionario e internacionalista.
 
Secretariado Internacional LIT-CI

São Paulo, 1 de Julio de 2013
 
[1] El País, 1/07/13
[2] http://www.dinero.com/edicion-impresa/editorial/articulo/la-trampa/174785
 

 
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