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  El asesinato de Bin Laden no va a impedir masacres del imperialismo
 
El asesinato de Bin Laden no va a impedir masacres del imperialismo
Escrito por PSTU - Brasil   www.pstu.org.br  
 
Al iniciarse la madrugada del 2 de mayo, el presidente de EEUU, Barack Obama, anunció que fuerzas especiales norteamericanas habían matado a Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda.

En circunstancias por demás oscuras, la operación que asesinó a Bin Laden, según informaciones oficiales, habría sido realizada por un comando de élite de la marina norteamericana, en la ciudad pakistaní de Abbottabad, a menos de 100 kilómetros de la capital Islamabad. Osama estaría en una mansión, a no más de 800 metros de una de las principales academias militares de Pakistán. De acuerdo con Washington, el terrorista se encontraba desarmado cuando fue atacado.

Después de la operación, el gobierno de Obama celebró la muerte de Bin Laden diciendo que el mundo “está mejor y más seguro”. Sin embargo, el gobierno norteamericano se negó a presentar alguna imagen de Osama después de su muerte. Según informaciones oficiales del gobierno norteamericano, el cuerpo del terrorista fue lanzado al mar. Hasta el momento, la mayor evidencia de su muerte fue la confirmación por parte de Al Qaeda.

El asesinato de Bin Laden ocurre casi diez años después de los atentados a las Torres Gemelas, supuestamente atribuidos y planificados por el terrorista árabe. Pero su asesinato deja numerosas preguntas sin respuesta: ¿Por qué EEUU tardó casi una década para liquidar a Osama? ¿No sabían donde él estaba escondido? ¿Bin Laden estaba siendo protegido por Pakistán? ¿Su asesinato va a significar el fin de la guerra al terror?

Tal vez nunca tengamos respuesta para todas estas preguntas. Sin embargo, la verdadera dimensión del asesinato de Bin Laden sólo puede comprenderse si se toma en cuenta la situación política internacional, marcada sobre todo por la crisis del imperialismo y las revoluciones que sacuden al mundo árabe.

Terrorismo x revoluciones árabes

Casi una década después, es posible tener una dimensión más precisa del significado histórico de los ataques a las Torres Gemelas. Los atentados del 11 de setiembre cambiaron la situación política internacional. Por primera vez el territorio norteamericano fue atacado directamente, exponiendo la vulnerabilidad de la mayor potencia del mundo y haciendo que, en un primer momento, la opinión pública del país, incluso los sectores más ligados al Partido Demócrata, apoyara al debilitado gobierno republicano de George W. Bush. El fortalecimiento de su gobierno fue evidente. El republicano consiguió unir a la población en torno de su política y, superando el síndrome de Vietnam, obtuvo el respaldo para invadir otros países y desatar la guerra contra el “eje del mal”.

Las acciones terroristas de Al Qaeda se convirtieron en la justificación perfecta para que el imperialismo lanzara su ofensiva. El terrorismo no tiene como objetivo organizar a las masas, tampoco tiene respeto por la vida de inocentes. Sus atentados buscan causar el máximo posible de bajas civiles, para que el choque y el dolor provocados por sus acciones sean los mayores posibles.

Como afirmaba León Trotsky, “el terror individual es inadmisible porque minimiza el papel de las masas en su propia consciencia, las hace aceptar su impotencia y dirige su mirada y esperanzas hacia el gran vengador y libertador que algún día vendrá para cumplir su misión”.

Diez años después, quedó claro que los atentados sirvieron para reforzar las posiciones de los explotadores y opresores, en vez de debilitarlos y derrotarlos, al mismo tiempo en que dividieron a la clase trabajadora, en vez de unirla a través de la solidaridad internacional. Las revoluciones árabes son una demostración cabal de la fuerza del movimiento de masas y del equívoco del terrorismo individual. La dimensión política de las revoluciones en curso en Medio Oriente y en el Norte de África nunca podría ser alcanzada por cualquier acción terrorista. Las revoluciones en el mundo árabe mostraron al mundo que Al Qaeda estaba ausente y no tenía la menor influencia en los procesos de masas más importantes, que realmente pueden cambiar la vida de los pueblos de la región.

Por otro lado, la condena a los métodos del terrorismo individual no significa que estemos del lado del imperialismo en su “cruzada contra el terrorismo”. El principal responsable de los actos terroristas es el propio imperialismo, con la barbarie y la violencia que esparce por el mundo. Esto quedó más que evidente después de las guerras deflagradas en Medio Oriente.

El imperio contraataca

Luego de los atentados, en octubre del 2001, EEUU invadió Afganistán, bajo el pretexto de acabar con el gobierno del Talibán y el grupo de Bin Laden. En nombre de la “lucha contra el terror”, los soldados del imperialismo cometen asesinatos gratuitos contra la población afgana, conforme registran los más de 90 mil documentos del ejército de los Estados Unidos divulgados por la web Wikileaks. Las torturas de la prisión de Abu Ghraib mostraron nada más que la punta del iceberg de la realidad de sangre y terror de la ocupación militar. Así como la prisión de Guantánamo, que hasta hoy se mantiene en funcionamiento, a pesar de las falsas promesas de Obama de cerrarla.

En 2003 tropas anglo-americanas invadieron Irak para destruir las supuestas armas de destrucción masiva, promoviendo una de las más sangrientas guerras de la historia reciente. La verdad se reveló poco después. No había ningún arma de destrucción masiva en el país; únicamente sirvió para que EEUU se apropiara del petróleo iraquí, la segunda mayor reserva del mundo.

La guerra también provocó la muerte de millones. Una investigación de Opinion Research Business (ORB), realizada entre el 12 y el 19 de agosto del 2007, estimó en 1.220.580 las muertes violentas en la guerra de Irak. De una muestra nacional de 1.499 iraquíes adultos, 22% tenía uno o más miembros de su familia muertos debido a la guerra.

La derrota de la “guerra contra el terror”

La política de “guerra contra el terror” consistía en atacar a todos los países explotados del planeta, principalmente a los que poseen grandes reservas petrolíferas o una posición estratégica para su transporte. Además de Irak y Afganistán, Irán y Siria estaban en la punta de mira del imperialismo. Pero la resistencia de los pueblos iraquí y afgano llevó a las tropas de los Estados Unidos y de la OTAN a un atolladero, derrotando la ofensiva militar.

Al mismo tiempo, la consciencia antiimperialista crecía en proporción directa al odio a Bush. La simple presencia de Bush en algún país ya era bastante para que millones salieran a las calles. Es ese el contexto en el que Obama fue electo presidente de EEUU. El carisma del primer presidente negro de la historia del país ofreció al imperialismo la oportunidad de reciclar su imagen y garantizar la debilitada hegemonía del imperialismo yanqui.

¿Por qué liquidar a Bin Laden en este momento?

Es bastante dudosa la versión de que EEUU no sabía dónde Bin Laden estuvo escondido todos estos años. Según la prensa, la acción militar norteamericana fue mantenida en secreto hasta incluso del gobierno paquistaní. Pero, si eso de hecho sucedió, la operación para asesinar a Bin Laden fue una flagrante violación de la soberanía de Paquistán.

Los indicios llevan a creer que el terrorista estaba bajo la protección de las Fuerzas Armadas paquistaníes y de su servicio secreto: finalmente, Osama fue muerto en una mansión a pocos metros de una base militar del país. Sin embargo, es improbable que las informaciones sobre el paradero del terrorista no estuvieran en las manos de agentes de la CIA hace ya algún tiempo. Paquistán es un importante aliado de EEUU en la región, acoge a cientos de espías de la CIA y recibe millones de dólares para combatir a las bases del Talibán instaladas en el país. Es improbable que el país que posee la más avanzada tecnología militar y de espionaje del mundo no supiera el paradero del terrorista.

Vivo, Osama servía como pretexto para mantener la estrategia de la “guerra contra el terror”, que justificó las invasiones en Irak y Afganistán. Sin embargo, con las guerras se volviendo cada vez más impopulares el asesinato de Bin Laden podría ser vendido como un “éxito” a ser celebrado por un gobierno en crisis de popularidad, como el de Obama. De cierta forma, el asesinato de Bin Laden ya está siendo usado como un triunfo de la "guerra al terror".

Naturalmente, Obama va a tratar de capitalizar el asesinato del terrorista en las elecciones presidenciales, cuando tratará de ser reelecto. Investigaciones muestran que la operación ya revirtió el cuadro de caída de popularidad de Obama. Para lograrlo este asumió el discurso de Bush y, de hecho, justificó todo lo que su antecesor hizo.

Así, el asesinato de Bin Laden podrá opacar la crisis política vivida por el demócrata.  A pesar de todo el dinero público inyectado para salvar a los bancos de la crisis, el gobierno de Obama acumula una serie de fracasos al tratar de vencer la profunda crisis económica que hace casi cuatro años domina al país.

La principal preocupación de EEUU

La acción del imperialismo también sirve como una demostración del poderío militar norteamericano, un claro mensaje a los pueblos árabes que hoy protagonizan rebeliones y revoluciones contra sus gobiernos tiranos y serviles.

Las revoluciones árabes triunfantes, como las de Túnez y Egipto, y las en curso en Yemen, Libia y Siria, son una demostración cabal de la fuerza del movimiento de masas, que sigue barriendo a los gobiernos proimperialistas de la región.

Pero, para el imperialismo, el avance de la revolución árabe es una amenaza gravísima y pone en jaque a uno de los pilares centrales del orden mundial, el lugar donde están las más importantes fuentes de petróleo y gas del mundo. También pone en peligro la existencia del Estado de Israel, que sirve como un estado policial y militar del imperialismo en Medio Oriente. Obama dice que el terrorismo continuará siendo una preocupación de su gobierno. Pero lo que realmente preocupa a la Casa Blanca es el desarrollo de la revolución árabe. Es ese proceso el que realmente amenaza al imperialismo.

El terror imperialista va a continuar

Obama denominó “justicia” a la ejecución de Bin Laden. Si las torturas en Guantánamo no bastaran, ahí hay otra comprobación del verdadero carácter del discurso de "democracia y derechos humanos” norteamericano. Durante diez años, la máquina de EEUU ha sido juez, jurado y verdugo de decenas de miles de afganos e iraquíes.

No hay motivos para festejar el asesinato de Bin Laden. El terror continuará siendo diseminado por el mundo a través de las bayonetas del imperialismo. Después del anuncio de la muerte del líder de Al Qaeda, la secretaria de Estado Hillary Clinton declaró que la “muerte” de Bin Laden no corresponde al fin de la “guerra contra el terror”. En otras palabras, la masacre de inocentes a manos del imperialismo va a continuar.

Osama: un viejo conocido del imperialismo

En la época de la guerra fría, Bin Laden era considerado un aliado de EEUU, un “combatiente de la libertad”. En los años 80, el imperialismo apoyó (con armamentos, incluso) a grupos fundamentalistas que luchaban contra las tropas de la, en ese entonces, URSS, que había invadido Afganistán. Entre ellos estaba Al Qaeda. El monto de ayuda de EEUU y de Arabia Saudita enviado a esos grupos fue estimado en 4 mil millones de dólares (entre 1986 y 1989).

"En 1988, con el conocimiento de EEUU, Bin Laden creó a Al Qaeda (La Base): un conglomerado de casi independientes células terroristas islámicas esparcidas, por lo menos, en 26 países", escribió el periodista indio Rahul Bhedi. "Washington hizo la vista gorda para Al Qaeda, confiado en que no iría a interferir directamente sobre EEUU", prosiguió el periodista.

La eliminación de Bin Laden también extingue la posibilidad de examinar a fondo sus conexiones con el gobierno de EEUU.

Fuente: Opinión Socialista nº 423, Mayo 2011 www.pstu.org.br

 
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